El secreto del ceibo

 


Nació a la orilla del río, con sus raíces hundidas en la tierra oscura y fértil. Era un ceibo joven, de ramas delgadas y hojas que temblaban al menor soplo del viento. Desde su primer brote, sintió un anhelo extraño, un deseo que no entendía del todo: quería tocar el sol.

Cada mañana extendía sus hojas con fervor, absorbiendo la luz dorada que caía como un bálsamo sobre su piel verde. Pero el viento, su eterno compañero, le susurraba historias de cambio y transformación. "Crecer no es solo alcanzar el cielo," le decía, "sino aprender a bailar con la brisa, a enraizarse más hondo cuando llegan las tormentas."

El ceibo escuchó. Aprendió que la luz no solo venía de arriba, sino que también nacía dentro de él. Sus ramas se fortalecieron, su tronco se hizo sabio, y un día, sin miedo, dejó que el viento lo meciera sin quebrarlo. Entonces, un milagro ocurrió: floreció.

Sus pétalos rojos ardieron como llamas en la espesura. No eran solo flores; eran el testimonio de su viaje, de cada ráfaga que había resistido, de cada rayo de sol que había abrazado sin temor. Y en ese instante, comprendió que no debía alcanzar el sol para ser luz. Ya lo era.

🌿✨ Crecemos cuando aprendemos a confiar en el viento, cuando entendemos que la verdadera luz siempre ha estado dentro de nosotros. ✨🌿






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