La Biblioteca de los Mil Espejos: Ritual de las primeras 500 almas

 




Esta noche, cuando el último pájaro enmudece y el reloj olvida su nombre,

María atraviesa el espejo.

No hay esta vez jardines ni templos de piedra.
No hay selvas ni estrellas, ni siquiera ruinas antiguas.
Sólo el vacío.

Un vacío tan vasto, tan puro, tan despojado de toda forma,
que por un instante María duda de su propia existencia.
¿Sigue teniendo un cuerpo? ¿Sigue teniendo un nombre?

Allí, sentada sobre la nada misma, la espera una figura:
No es su madre.
No es Ariel.
No es nadie.

—¿Quién eres? —pregunta María, y su voz suena como el eco de una grieta.

La figura no tiene rostro, ni sombra, ni latido.
Es apenas un susurro suspendido entre dos eternidades.

Soy la huella que no dejaste.
El libro que nunca escribiste.
El beso que no diste.
La vida que no viviste.

María tiembla.
Siente que algo dentro de su pecho se abre como una flor nocturna,
dolorosa y luminosa.

—¿Y por qué existes, si no fui yo?

—Porque todo lo que no has sido también te pertenece.
Eres la suma de tus pasos y de tus ausencias.
De tus certezas y de tus miedos.
De tu fuego y de tus huidas.
Tú eres el mapa y también los territorios que no te atreviste a pisar.

El vacío sonríe, o eso parece.
María baja la mirada y ve:
cada paso que no dio, cada amor que no eligió,
cada palabra que calló...
forman constelaciones invisibles en el aire.

Un universo paralelo, hecho de sus imposibles.

Y entiende entonces un secreto que jamás podrá olvidar:
Vivir no es solamente ser.
Vivir es también cargar con lo que no pudimos ser.
Y amarlo.
Acariciarlo como se acaricia a un niño dormido.

Se arrodilla ante su propio reflejo deshecho en luz.
Lo abraza.
Y el vacío, por un instante, se llena de música:
una melodía antigua, como un cántico olvidado por el mundo.

Antes de despertar, la figura susurra una última enseñanza:

No temas a tus vacíos.
Son los jardines donde crecerán tus próximas alas.

Al abrir los ojos, una brizna de polvo de espejo flota en su almohada.
Y sabe, sin saber cómo,
que ha abrazado al único fantasma que siempre la acompañó y le infundiá temor...
.

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